Uno
de los biotopos protegidos en Gipuzkoa es la ría de Inurritza en
Zarautz. La superficie protegida abarca el frente dunar superviviente,
la berma que actualmente ocupa el campo de golf, la ría y marismas de
Inurritza, los acantilados de la zona de Mollarri y una cierta extensión
de brezales en Talaimendi.
Desde
las posiciones conservacionistas se ha criticado la falta de ambición a
la hora de proteger y conservar en enclave… prescindiendo de los
carrizales y zonas encharcadas y encharcadizas de Asti, Sakeletxe e
Irita. Y también se ha criticado, con mayor ímpetu si cabe, la desidia
de las instituciones a la hora de meter en vereda al Real Golf Club de
Zarautz —que ocupa, para más INRI, terrenos municipales a precio de
chichinabo—, y declaren de una vez la incompatibilidad de la práctica
del golf y el mantenimiento de las zonas ajardinadas intensivamente
dentro de la zona natural. Los impactos de esta actividad no se limitan a
transformar la vegetación, a aplicar tratamientos fitosanitarios
intensivos, a nitrificar una zona que no tiene por que ser nitrófila
(antes al contrario)… etc., sino que además se extiende a extraer agua
sin límite del subsuelo, reduciendo el nivel freático y haciendo que se
seque la laguna dulce recién restaurada, a introducir especies exóticas,
a eliminar conejos y otras especies silvestres… etc.
Unas interferencias harto frecuentes eran las razzias de los sportmen
en busca de las pelotas que ocasionalmente se les iban a la zona
protegida contigua, durante las cuales pisoteaban la vegetación
marismeña y espantaban a las aves.
Y
héteme aquí que ahora resulta que no pierden las pelotas, sino que las
emplean a modo de proyectiles (a sabiendas de que no las van a
recuperar, por cierto) para hacer algo tan deportivo como practicar su
puntería contra las aves protegidas que pueblan la ría. De esto hemos
sido testigos este 4 de octubre. Un grupo de cuatro golfistas,
convenientemente disfrazados como acostumbran para estos menesteres,
situados en el tee del hoyo 9, lanzan una pelota directamente
contra un garceta grande y una espátula, ambas especies protegidas, que
llevan varios días aquí, fallando el golpe por pocos centímetros. La
garceta huye y la espátula se calma a los pocos minutos. Entretanto, los
deportistas, uno con un niki rojo a rayas horizontales, otro con un
niki rojo y azul y los otros dos en bermudas y visera, comentan que han
fallado por muy poco, pero que ha sido un tiro muy bueno.
Esto
es lo que trae el no hacer las cosas bien. No es compatible mantener un
campo de golf sobre un campo de dunas supuestamente protegido, ni
practicar el golf si no se sabe respetar ni a los vecinos ni a los
valores naturales supuestamente protegidos.
Es
hora de poner fin a esta situación y restaurar el campo de dunas a su
configuración natural original. Lo contrario es un escarnio.